Lo parece, pero no. A poco que lo pienses, verás que tiene sentido.
Aprisionados en un zapato estrecho, los pies duelen, los dedos se comprimen, se deforman y pierden funcionalidad. Si tus pies tienen más espacio ganas superficie de apoyo y tu base es más estable.
Protege tus pies sin alterar tu movimiento natural. Sientes donde pisas, tienes más estabilidad y aumenta la circulación de la sangre en tus pies.
Así no alteras tu forma natural de caminar ni comprometes tu postura corporal. El quiebre del zapato hace que el peso de tu cuerpo recaiga sobre la parte delantera del pie. Esto provoca demasiada presión en los metatarsianos (los huesos largos del pie que conectan el tobillo con los dedos) y acortan los músculos de las pantorrillas (gemelos y sóleos) y el tendón de Aquiles.
Andar con zapatos rígidos, además de ser incómodo, limita el rango de movimiento de tus pies. Rango de movimiento que no usas, lo pierdes.
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